jueves, 22 de mayo de 2008

El despertar

Menudo golpe se llevó en el antebrazo. Y no solo unos, sino varios. Tampoco se puede decir que fuera una brutal paliza, una de esas en las que un hombre, mucho más alto y ancho que tú, dominador de varias artes marciales, moldea tu cuerpo como si de un trocito de plastilina se tratase. Pero dolía. Varios puntapiés hacían eco en sus finas costillas, por no mencionar el codazo en el ojo.

No importaba, al fin y al cabo el espíritu seguía intacto. Se levantó renqueante, y tal que un ave fénix renace, prosiguió en sus andares. En el fondo se lo tenía bien merecido, mas bien pensaba que habían tardado demasiado en castigarlo, pues no se le puede desafiar. Y es que el joven Billy llevaba ya demasiados años viviendo de la nada, aprovechando cualquier pifia del prójimo para beneficiarse, amarrándose al vació en busca de lo que echa en falta; a si mismo.

Jamás resultó fácil ser tal cual, ser como uno es. La suerte se olvido por completo, pues ya la echo de menos al nacer por primera vez. Su padre, ¡ ay su padre!. No conocerás a un hombre más humilde y trabajador. Sus años de sacrificio se vieron enormemente recompensados mediante una enorme fortuna, que no solo constaba de tesoros de oro y pieles. Vinculado a una extraordinaria mujer, bienaventuranza completa en la vida, reconocimiento público, amistades longevas y, aparentemente, un hijo idílico. Menuda tragedia.

Siempre asistió a los mejores colegios, obteniendo unas calificaciones, que tampoco siendo excepcionales, no desentonaban en los planes de su padre. Más de lo mismo en lo referido a sus fidedignas amistades, envidiables seres.

En invierno, aprovechando la blanca nieve, esquiaba. En verano, sirviéndose del caluroso clima mediterráneo, a disfrutar de la arena. Era totalmente normal, ¡menuda desgracia!
Horroroso, Billy se preguntaba una y otra vez que había hecho, o que no había echo, para merecer este calvario. Abducido en el laberinto fatal, indagaba y rebuscaba con despecho la salida, con el único objetivo de escapar de un destino escrito por ellos, del cual ni es ni fue dueño en ningún momento, salvarse de la enfermedad que afectaba a los suyos. Necesitaba ayuda, un apoyo, pero, ¿de dónde sacarla?

No podía pedir consejo a sus padres, amigos o profesores, pues todos ellos estaban enfermos, conformaban el gigantesco complot inconsciente, afianzando el sistema en lo más alto.
Abrió la puerta de su casa y con gran brío se avió hacia la biblioteca municipal. En cuanto entró las sospechas merodearon su cabeza, llenándola de desconfianza. La bibliotecaria, ya entrada en años, le brindo la sonrisa habitual. El conserje, del cual se decía que algún tipo de vínculo le unía a la bibliotecaria, guiñó el ojo mostrando su simpatía. Sin más dilación, comenzó a acosar la aula. Buscaba sin sentido por todas las baldas, no sabedor de que quería. 37 secciones y ninguna respondía a sus ansias de conocer. ¡Todo era corriente, como todos los días!

Se despidió del recinto y prosiguió con su heroica búsqueda. Una calle, dos calles, otra manzana, un paso de cebra.... la ciudad es tan fría como interminable son sus avenidas. Al de un buen rato, encerrado dentro de una casa medio derruida próxima al puerto, descubrió a un anciano sentado en un arcaico pupitre, que estaba escribiendo algún tipo de texto. Seducido por la curiosidad, o más bien por la excéntrica apariencia del longevo hombre, con su gran barba y descuidados harapos, se asomó por la ventana y contempló la escena.

Nada mas asomar la cabeza, el sabio dio media vuelta y dijo:

-Joven, se ha que vienes. No eres el primero ni el último en esa situación. Pasa creo que podré ayudarte.

Billy, anonadado por la virtuosa reacción, no veía muy claro que hacer. Por un lado, el corazón y la intriga le impulsaban a entrar, a cumplir su objetivo, a dejar de “errar” por este mundo. Pero por otra parte, mucho más lógica y menos aventurera, su razón, creada por su entorno, la que le obliga a girarse, comportares, no fiarse de desconocidos y regresar a casa.
Así fue. Cargó sus pulmones de aire, paso firme hacia delante cumpliendo con su deber (aunque a su pesar), y volvió a su casa. Cuatro pasos más tarde una carcajada repleta de sarcasmo llegó a sus oídos, atravesándole el cerebro, apoderándose de su ser. Provenía del mismo cuarto al cual no se atrevió a entrar instantes atrás. Poseído por Ares, saco la furia que llevaba escondida demasiado tiempo y pronunció:

-¡He vuelto a hacerlo! ¡He vuelto a caer en el olvido!

Diose de nuevo la vuelta, esta vez decidido por completo, se plantó delante del cansado anciano.
-Se bien a que vienes, más yo fui tú tiempo atrás. Te demostraré que se puede salir del profundo engaño en el que habitas, te enseñaré a no ser un enfermo.

Esta era la definitiva, la gran oportunidad que Billy necesitaba, ese maestro del ego que nunca tuvo. El le mostró la parte que le podía mostrar:

-“Es un joven asustado lo que traes aquí. ¿ Por qué estas acobardado? Posees salud, riqueza y amores, no te falta el pan ni el vino, y el techo bajo el que duermes todas las noches no se agrieta por muy fuerte que sea el vendaval. Aún así no concilias el sueño, no descansas porque sabes que no hay tiempo para ello, conocedor del trabajo que queda por hacer.

No es de tu agrado el modo en el que los demás viven el mundo, sin embargo estas enamorado de él, lo quieres salvar. Es la tierra de donde vienes, , mas no entiendes a aquellos aferrados a contaminarla. Decepcionado por los tuyos, por ese sentimiento egoísta habitante de demasiados corazones, corazones enfermos por ausencia de valores. El prójimo no existe donde solo existe el yo, el lugar en el que el TÚ se traduce en el número de monedas que te queden en el bolsillo.

La hecatombe de encubrir el cielo de nubes negras, nubes cargadas de inmundas tempestades que inundan el campo de lodo y no dejan florecer a esos tulipanes entre la maleza.
Joven hay algo más detrás de ti. Decide si quieres vivir muerto o morir vivo. Ahora marcha, haz florecer a aquellos que albergan una semilla dentro se si. Pero recuerda que hasta las más malignas zarzas nacen de una semilla.”

No le había dado tiempo a asimilar por completo cuando ya estaba de nuevo fuera. La luz se apagó dentro del cuarto.

Era tiempo de dejar de ser espectador, levantarse del sofá. Quiere liberarse de la terquedad humana, asestando un duro golpe a aquellos que lo hacen caer, arrastrándolo por lo que llaman “el camino recto”. Pobres esos que no sueñan por temor a no realizar lo soñado, por miedo al dormir y al despertar, al cambio, al amanecer del letargo.

¡Nace de nuevo y vive en libertad!

Iñaki Burguera

miércoles, 7 de mayo de 2008

Sobre la diosa eterna

Se gira y la mira.
Nublados tiene los ojos por culpa de anhelo hiriente que le aturde el interior. Es un querer correspondido, fruto de una juventud llegada a su final nada más empezar, alegato de la irracionalidad adulta y esquizofrenia bisoña.

Sus dos miradas se vuelven a enlazar durante un segundo que más bien parece un invierno soleado.

¡Solitarios aquellos que no acompañan a su corazón por muy pedregosa que sea la vía!

No se atreve a dar el primer paso. Quizá no se atreva. Demasiado pesado es el culto a tu musa como para agraviarlo con la carga del rechazo. No busca un beso ni un roce, ni siquiera una noche o un día entero. No se demuestran el puente que los une y la piedra se agrieta ola tras ola degradándolo.

El eterno temor al abismo está presente en cada movimiento, la nada gana relevancia al ritmo que se agota el reloj de arena. Tiempo es lo que necesitan, pero no olvidar que las hojas también caen del árbol más perenne. ¡Necios por sufrir ante su espejo!

En la dulcinea de los hombres llueve con fuerza por enésima vez ya este año, y amilanados por esta tierna maldición nos partimos en dos. ¡Es el querer terrible y despiadado!, ¡Es el amor una daga enemistada con mi ser!

Me deshago de mi careta, apareciendo en el trasfondo.

Jamás sentí tanto dolor enclaustrado en un trozo de carne tan minúsculo. Desconocía esta tediosidad en los andares de la visa, desearía tener alas para volar juntos.

Amaina la lluvia.

Pongo mi mano en tu pecho, ahora te siento por primera vez. Esa lágrima me revela el recuerdo del desconcierto, gritando a los cuatro vientos que hoy te has abierto de par en par, pues carece de sentido hasta el más mínimo gesto, puedo ver a través de ti. Me ensordece el fulgor del latido de tu cuerpo.

Un primer contacto. Un primer silencio.

La fortuna sonríe al afortunado, lejos de amargar la pincelada, lejos de vestirla de luto. Mis brazos rodean su cuidada cintura, degustando cada palmo del estrechamiento. Queda menos, poco a poco, sin prisa. Nuestros labios se humedecen y los párpados esconden nuestros ojos. No hay tiempo para el paso atrás, mas a ninguno se le ocurre. Ligeramente siento el relajo de la tranquilidad y encariño el cuello ladeándolo.

Se produce.

¡Por siempre sobraría el verso si la existencia fuera tan rijosa!

¡Es el salmo de tu danza el que me da la fuerza para amarte!

Quédate a mi lado, hoy quédate a mi lado.

Tratados del Ser
Iñaki Burguera

sábado, 3 de mayo de 2008

Sobre la desdicha del deseo

¿Qué escondes tras esa sombra en forma de sonrisa? Es la ilusión regalada a la que yo me aferro con todo mi atrevimiento, desconocedor de la pura realidad. El calor de tu mirada me ahoga, me corta el respiro, ¡deja de apretarme para salir de este sofoco! Sabes bien a que desafías al moverte de esa manera, consciente de tus embelesos y en alerta de no mostrar los desencantos, tan nómada que no me da el tiempo de descubrirlos.

Mientras yo duermo tú estas despierta en mis sueños. Mientras tú duermes quien sabe donde estoy yo. El destino no me espera dado que me lo arrebataste, sin pedir permiso, sin creer en él.

Me quisiste, ¿Por qué me dejaste de querer?

Eres tú la culpable y afronto yo el castigo místico, escindiendo nuestro vínculo de un zarpazo. Aunque a duras penas, reprimo mi dolor, pero quiero saber de que manera afrontas tú el tuyo. He descubierto en ti otra víctima de esta decadencia, por lo que me compadezco, debo mostrar piedad.

Se ha olvidado que el dolor es tan necesario como el placer, no solo pétalos hay en la rosa. La espina nunca será menos bella por ser espina. Engatusaste a otro desconocido olvidándote de nosotros. ¿Para qué lo hiciste? Sabes bien que no me quejo del desliz seductivo, la carne no es el todo, me quejo de la mentira. Ni por un instante confundas el acto con el hecho. No me querías entonces, ¿o tú también estas enferma?

Hemos perdido la palabra a favor del yo, del más profundo egoísmo falto de humanidad, de sentimiento, de corazón. Vivir la desdicha no produce fortuna, y aun así nos morimos por el deseo.

¡Aléjate de la fatalidad amor mío, no caigas en ella y ayúdame a no caer a mí!

La falta de compromiso y lealtad es peor que ser cadáver, un avispero de felonía del cual solo se gesta humillación.

Sigue cantando amor mío, que yo te escucho. No ceses o me quedare sordo.

jueves, 1 de mayo de 2008

Sobre lo hacedero del quitar

Se movía de un lado para otro sin importarle la dirección, deambulando como si de un pétalo sin su flor se tratase. Ya eran más de las 8 y el sol mostraba signos de fatiga, aunque poca importancia tenía para él. La incertidumbre, las dudas y la impotencia de no encontrar la solución son siempre tormento demencial en la cabeza de uno mismo, más aun en su caso. Un suspiro tras otro, acompañado de un aligera mueca en el rostro le acompañaban en su lejana soledad. En medio de esta se abrió una puerta. El tiempo no pasa en vano, las viejas bisagras de que la sostenían chirriaron con fuerza al compás de unos pasos que se adentraron en la habitación.

-Nunca es buen momento, lo sé, pero tú también lo sabes- Una temblorosa, y puede que arrepentida voz, irrumpió el momento.
Para nada era desconocida, puesto que le ha acompañado en la totalidad de su viaje, corto para algunos y largo para otros. Se llama Chey. Él ha sido su cancerbero mientras aguardaba sin ansia. Todo viajero necesita su mochila.

-No digas más. Te entiendo y me entiendes.- Obviamente esta respuesta fue del agrado de Chey, sabedor de lo arduo de no poder decir lo que se quiere.

No es el qué, sino el por qué. Una condena a muerte azarosamente se puede tomar a la ligera. Las cartas están ya sobre la mesa, el peso de las cadenas del reo habían caído demasiado fuerte y pronto sobre él, tapando el menguado orificio de luz del túnel.

Hoy a las nueve en punto se cometerá la injusticia vestida de toga para la ocasión. No les importó ni la verdad ni la mentira, solo la repercusión. Él había matado, de eso no cabe duda, pero a su ser por una causa con motivos lícitos.

¿Acaso da el conocimiento de algo inventado por ellos mismos el poder de elegir quien muere y quien no, quien vive en “libertad” y quien en cautiverio? Parece que su justicia es un arma de doble filo, aunque no todos nos hiramos por igual. El hecho de encontrarla no mueve rocas ni cambia veredictos, por nada de cierto que halla en ellos.

Por la misma lógica, ¿no es una rueda el poder de erradicar un cuerpo? Él no quiso jugar en su tablero y al final perdió. No queriendo, estoy obligado a caer en el sofismo de una sociedad decadente, vacía de altruismo y pasión, ni siquiera una pizca No beberé si no tengo sed por muy espinoso que sea, aunque cabe recordar la laborioso del pregonero careciendo de pregón.

¡Qué ordinario y universal se ha convertido caer en la red del olvido y del bienestar! Vivir en un orbe pasivo e inerme es la mayor de las malaventuras, y aun sabiéndolo embarcarnos en el navío sin rumbo, sin esperanza, dado que no hay nada a lo que agarrarse.

Son las nueve y el reloj suena, las dos agujas están en su sitio. Mientras, Chey el carcelero, efectúa con misericordia y clemencia la orden.

¡Qué liviano es zanjar un asunto para poder
acostarse con la conciencia tranquila!

¡Qué sencillo es caer en el descuido!
Tratados del Ser
Iñaki Burguera